Dossier

Centros de proximidad: la cultura de los ciudadanos

La proximidad es aquel concepto que hace referencia a lo próximo, a lo inmediato en el espacio o en el tiempo. Si extrapolamos este significado a la esfera pública, la proximidad en política no es sólo la que hace referencia a la cercanía o a la distancia física del ciudadano con el hecho colectivo. La proximidad va acompañada también de la propia aproximación social, de aquella que hace referencia al contacto íntimo, en este caso entre el ciudadano y la Administración.

La pretensión de este dossier no es buscar la interrelación entre el ciudadano y las políticas públicas, este objetivo vagaría de manera etérea sin rumbo alguno. Nuestra misión es la de observar las políticas públicas de proximidad desde el referente físico: el equipamiento.

El equipamiento es un conjunto de servicios necesarios, y a partir de esta idea, nace la interacción entre necesidad y proximidad. Todos tenemos claro lo importante que resulta que aquello que necesitamos de manera básica, primordial, esté a su vez próximo. Repetimos, no solo cercano físicamente, sino también socialmente. Pero encuadrar estas reflexiones de lo próximo y de lo necesario junto con el concepto de cultura, es verdaderamente complicado. Sobre todo si trabajamos a partir de la concepción humanista de la cultura, porque esta conceptualización nos alejaría, según la pirámide de necesidades de Maslow, de la pretensión de hacer de la cultura una necesidad, y por ende de algo próximo. La tan conocida pirámide coloca en último lugar las necesidades de autorrealización, las de desarrollar nuestro propio potencial. Y estas, si las entendemos como la forma de adquirir conocimientos u obtener destreza en algunas artes, se alejarán del concepto previo de necesidad, si antes no satisfacemos las que para esta teoría, están en la base de la pirámide.

Así pues, para entender correctamente el modelo de equipamiento cultural de proximidad, debemos entender la cultura como una necesidad. La jerarquía de Maslow lo tiene claro, coloca en tercer lugar de importancia aquellas necesidades que parten de la afiliación, de la relación social o incluso del afecto.

Trabajemos el concepto de “sociocultural”

La animación sociocultural parte, seguramente, de una visión pedagógica del hecho cultural y se centra en una metodología de participación y creatividad social. Este sistema de trabajo social se centró en sus inicios y posiblemente hasta nuestros días en el desarrollo integral de organizaciones informales. Desarrollo, que desde sus mecanismos de aprendizaje, interrelación de sus individuos y autodeterminación en sus metas, buscaba en definitiva la acumulación de fuerzas sociales con el objeto de conseguir una verdadera democracia cultural.

En la actualidad, siguen perfectamente vigente estas metodologías de trabajo pero, lógicamente, adaptadas a la realidad. El trabajo sociocultural ha perdido espontaneidad y aparece en la mayoría de ocasiones monitorizado. Debemos, en este instante, hacer una diferencia entre la monitorización y la profesionalización, confundidas habitualmente, pero que tiene una clara contradicción. La monitorización es un claro acompañamiento en base a criterios subjetivos de la acción cultural colectiva, a diferencia del método que exige una profesionalización del propio colectivo para que tome las riendas de su propia acción cultural.

A partir de este momento, podemos entender de manera conceptual la creación de los equipamientos cívicos, socioculturales o de proximidad. Son aquellos que buscan la acción participativa, creativa y colectiva pero desde la esencia jerárquica o de liderazgo. Trabajando aquello que se denominó animación sociocultural pero desde la visión propia de la gestión.

En definitiva… equipamiento de proximidad

Para definir fielmente que se entiende por equipamiento de proximidad debemos centrar nuestra aclaración en cuáles son las características comunes a estos contenedores. Características, que no necesariamente van a ser puras o únicas en su modelo, con seguridad vendrán acompañadas de multitud de variables:

  • PROXIMIDAD. Una de las características comunes de este tipo de equipamientos es el radio de influencia de los mismos, por ello habitualmente los centros culturales de proximidad solo se entienden en políticas públicas de municipios pequeños o medianos o en realidades barriales. Por otro lado utilizamos el factor de la proximidad para anunciar una relación activa con el ciudadano, que deberá aprender los mecanismos para dirigir su propio destino en lo que a cultura se refiere, utilizando el centro no sólo como contenedor sino también como herramienta.
  • POLIVALENCIA. Los ámbitos de intervención son el fundamento clave para la existencia de centros culturales. Sin ellos serían meros servicios públicos de administración o atención ciudadana. La educación, los temas sociales, la política, el deporte y la cultura (y dentro de ella, todas sus vertientes: artes escénicas, plásticas, cine, música…) dan el verdadero sentido al equipamiento, y favorecen del mismo modo las estrategias más propias de la intervención: participación, cooperación, conflictividad… Las distintas disciplinas que dentro del concepto de cultura se pueden explotar son básicas en la oferta de un centro de proximidad. La idea de diversidad en la programación es central en la política de cada uno de los centros y la interacción entre cada una de ellas, enriquece los objetivos y valores de este tipo de equipamientos.
  • SERVICIO PÚBLICO. La vocación pública no sólo atañe a los centros de titularidad estatal, autonómica o local, sino a todos los centros que se consideren de proximidad en su sentido más amplio. Si entendemos también “público” desde la vertiente del “para todos”, esta característica debe dar atención a públicos diversos. Es cierto, que cada vez más observamos ejemplos de centros culturales de proximidad que buscan una especialización en lo temático y una segmentación en lo público. Esta orientación estratégica no es del todo desacertada si pensamos en la realidad de la gestión cultural en la actualidad. Pero esta política debería ir acompañada de la coordinación con otros estamentos culturales del territorio con el objetivo de favorecer el interés por segmentos amplios de la ciudadanía.

Junto con estas tres características podríamos alargar una enumeración de indicadores que deben cumplir este tipo de equipamientos (profesionalización en su gestión, búsqueda de la excelencia en lo artístico, coordinación con otros centros similares, acción con los grupos minoritarios…) pero finalmente, bajo nuestra concepción, la búsqueda de la proximidad, la polivalencia y el servicio público son los referentes que nos ayudan a estudiar un abanico más amplio de este tipo de equipamientos en cuestión.

Los modelos europeos, ¿espejos en dónde reflejarse?

Aunque es un error pensar que en España el trabajo en relación a la proximidad comienza con los primeros atisbos de transición democrática; como bien señalan Miralles y Saboya las Casa del Pueblo, las Misiones Pedagógicas en los años treinta del pasado siglo o los teleclubes y las Aulas de Cultura en época franquista son claros ejemplos del mix entre cultura y proximidad. Pero no es menos cierto que la gran explosión de este tipo de equipamientos nace a partir de la gran reforma constituyente con la instauración en la mayoría de municipios, con una densidad demográfica relativa, de Casa de Cultura o Centros Cívicos. Al estilo francés o italiano respectivamente se instauran en España lo que hasta nuestros días son el referente de cultura de proximidad de todo el territorio nacional.

Es muy interesante la reflexión que la Fundación Interarts hace sobre estos modelos europeos en su estudio: “Centros Culturales Polivalentes: conceptos y modelos en Europa” publicado por la Diputación de Barcelona en el año 2005.

Para tratar sobre ello, Jordi Baltà, uno de los técnicos del estudio nos concede una entrevista. El lector podrá observar la infinidad de similitudes que existen entre los modelos europeos y los que podemos observar en cualquier municipio de nuestro país.

Conoce más sobre la Fundación Interarts

Pincha aquí para leer la entrevista con Jordi Baltà sobre el estudio de centros culturales polivalentes en Europa

La diferenciación: titularidad, gestión y programación

Como señalamos anteriormente, los centros culturales de proximidad en España buscan tematizar sus servicios para segmentar el público al que se dirigen. Este ejercicio es una fórmula de estimular su presencia y repercusión en medios especializados o generalistas, en muchas ocasiones huye de de una verdadera meta de especialización.

Al buscar una verdadera diferenciación en pos del ejercicio educativo que los centros culturales de proximidad deben ejercer frente al ciudadano, existen otros ámbitos de la actuación que sugieren un mayor éxito.

Los modelos de titularidad compartida, la gestión estamental y la programación diversa y constante facilitan la inclusión de esquemas de diferenciación claros entre unos y otros, y hacen que sus características comunes, y finalidades en definitiva, a saber proximidad, polivalencia y servicio público, se vean claramente cubiertas.

Podemos observar algunos ejemplos de esta diferenciación en centros culturales con una alta dosis de éxito en sus políticas de proximidad.

La titularidad del equipamiento

DESDE LO PÚBLICO

La gestión de un centro cultural de proximidad exige una alta carga de personal y recursos económicos, que en una primera instancia sólo se conciben desde la presencia de la administración pública por el coste que esto supone.

Actualmente en España la concepción de que el consumo cultural debe pensarse desde la gratuidad absoluta está cambiando a pasos agigantados. Observamos en este sentido que podemos asistir a macro conciertos, sacar entradas para grandes espectáculos teatrales o visitar alguna exposición acompañada de inmensas cifras o repercusión mediática, y la aportación económica que desde nuestros bolsillos tenemos que hacer, no nos supone un coste de oportunidad significativo. Pero que sucede cuando hablamos de políticas culturales de proximidad. Qué pasa cuando hablamos de pequeños conciertos de grupos locales, o exposiciones de talleres artísticos amateurs, o participar en un seminario de teatro para aficionados. El gasto que nos supone este tipo de actividades no estamos dispuestos a pagarlo nosotros mismos. Que sea la administración quien lo subvencione.

En la gestión pública de los centros culturales encontramos claros ejemplos que deben sobrevivir entre la combinación de la programación deficitaria y la que se puede costear autónomamente. A partir de esta realidad, la administración pública debe hacer verdaderos esfuerzos en la mixtura de estas dos acciones para sostener un equipamiento que pretende ser activo, en definitiva dinámico.

Pero ¿de qué manera poder trabajar el dinamismo que ejerce la cultura hacia los ciudadanos y la realidad del gasto y la burocracia pública?

Partimos de la realidad de que los centros de proximidad están adscritos habitualmente a la administración local que tiene que buscar, en primer lugar la fórmula para su gestión. Y esta fórmula parte de la decisión ideológica de un equipo de gobierno. Preguntas como ¿a qué área destinaremos mayores esfuerzos presupuestarios?, ¿qué necesidades socioculturales tienen los vecinos? o ¿qué interés electoral nace desde la cultura? son las reglas que se seguirán al decidir una política cultural u otra.

En cuanto a la gestión, podemos nombrar tres modelos que están presentes en la mayoría de situaciones y que pueden resumir claramente la realidad de los equipamientos de proximidad en nuestro país. Estos sistemas organizativos estructurados en fundaciones, institutos públicos o departamentos pretenden facilitar en última instancia la tramitación administrativa del servicio cultural en concreto, y esto incluye desde la contratación del personal, la administración de los presupuestos asignados y la decisión última y de manera interna de la directrices políticas que seguirá el equipamiento.

Si contamos con la realidad municipal, la mayoría de los sistemas de gestión se constituye en base a departamentos de intervención cultural. La mayoría de los municipios menores de cincuenta mil habitantes utilizan este sistema, pero ¿qué problemas y ventajas tiene este modelo?

El departamento de gestión cultural es parte de la administración municipal, lo que implica que su regulación está controlada por la delegación municipal competente o la comisión correspondiente. Este control está sujeto a les leyes que regulan las entidades locales y afectan a las contrataciones del personal, al gastos, las inversiones… lo que implica que se regulan con los mecanismos de la intervención local.

Por otro lado las fundaciones e institutos públicos son organismos con entidad jurídica propia, algunos autores hablan que la creación de este tipo de organizaciones cumple el propósito que actualmente tiene la administración pública de acercarse al derecho privado. En verdad, el control que recibe este tipo de modelos es mucho menor que el que está directamente relacionado con la propia administración pública en su organigrama. Escasamente legisladas, las fundaciones públicas se crean con la necesidad de facilitar la administración de los servicios que presta y la rapidez en la actuación. Este objetivo sería perfectamente loable si no existirán casos claros de dudosa gestión en estos servicios.

En conclusión, la gestión pública de los equipamientos culturales de proximidad camina hacia el precipicio de la gestión mediante sistemas privados (fundaciones, empresas o institutos), y el objetivo principal es conseguir la eficacia en el servicio o la colaboración con otros organismos, pero cabe señalar que esta situación siempre debe ir acompañada por una vigilancia exhaustiva por parte de la administración de turno.

DESDE LO PRIVADO

La gestión exclusivamente privada, con capital privado y comercialización dentro del mercado es la manera más sencilla, pero también la más anárquica y la que más está sujeta a fluctuaciones. En nuestro estado hay muy pocas iniciativas relevantes que ofrezcan servicios de proximidad en materia de cultura desde la financiación exclusivamente privada. Entre las que podemos encontrar con un cierto éxito de público están las que se gestionan a través de un presupuesto mayoritariamente integrado por subvenciones públicas.

Es importante señalar que estas iniciativas, aunque persiguen objetivos de utilidad pública, se administran desde una visión empresarial, teniendo siempre muy presente la cuestión económica y publicitaria para que la programación salga adelante.

En España todavía no existe ninguna iniciativa que programe cultura de proximidad y tenga la posibilidad de autofinanciarse al cien por cien. Este hecho viene dado por el protagonismo que tienen actualmente las administraciones públicas en materia de cultura y como no la competencia que ejercen están frente a la empresa privada. Es lógico pensar que ningún empresario puede competir frente a la administración pública, al menos en un sector tan incipiente como es el cultural.

Por ello las iniciativas que encontramos están basadas en movimientos asociativos que de manera altruista trabajan estas cuestiones con la simple aportación al mercado económico de general algunos puestos de trabajo.

DESDE LA GESTIÓN COMPARTIDA

La gestión compartida es uno de los modelos más extendidos. Encontramos ejemplos de toda clase: espacio público con gestión privada, asignación presupuestaria pública y espacio privado, cesión de espacio únicamente… Una serie de propuestas que muchas de las administraciones públicas utilizan con el objetivo de buscar la eficacia en su gestión, el contacto con la realidad, la ejecución de programas perecederos o simplemente la evolución asociativa. Esta realidad afecta en la mayoría de ocasiones al sector privado, en estos ejemplos no se busca ninguna opción competitiva o mercantilista, y esto ejerce una influencia en los usuarios, que encuentran en estos centros sus servicios de proximidad como si de una administración pública se tratara.

La gestión de este tipo de centros es tan variada como número de centros pueden existir. Para estudiar un ejemplo, revistatecnic.net se ha puesto en contacto con el Ateneu 9 Barris de Bercelona, un espacio de proximidad dedicado casi en exclusividad a las artes escénicas, y concretamente al circo, y mediante una cesión de espacio y una asignación presupuestaria que no supera el 50% del total, gestiona una serie de servicios y programas dirigido a los barrios más cercanos.

Leer más sobre el Ateneu 9 Barris.

La programación del equipamiento

Talleres socioculturales, conciertos, presentaciones, exposiciones, congresos, charlas… y un sinfín de actividades a las que podemos asistir si encontramos cerca de nuestra vivienda un centro de cultura de proximidad.

Una de las líneas de programación más reconocidas en los diversos centros que hemos estudiado es la educativa. Los centros de proximidad buscan principalmente ejercer una función de aprendizaje no formal o sociocultural de sus usuarios, y a partir de esta finalidad significativa se estructuran una serie de temáticas concretas: cinematografía, animación lectora, artes escénicas y plásticas, música, turismo cultural, etc. Estas temáticas cumplen ese objetivo de polivalencia que se presenta en cada uno de los ejemplos.

A partir de este objetivo educativo de su programación, también se integran algunas líneas programáticas a nivel social, trabajando en algunos casos acciones de integración social para colectivos desfavorecidos, o las llamadas exclusivamente culturales que centran sus esfuerzos en la calidad artística.

Debido a la diversidad de público que se encuentra en este tipo de centros culturales exige una programación variada y sobretodo participativa. Buscando sobretodo la fidelización del público y la segmentación del mismo, creando “target” que aseguraran el éxito.

Cabe señalar en este punto que uno de los riesgos que pueden llegar a sufrir los centros de proximidad en materia de cultura es su competencia más directa. Los grandes centros culturales estanco, aquellos que se dedican a una temática cultural concreta, comienzan a vislumbrar los beneficios en cuanto a número de público que tienen los centros de proximidad, y de este modo empiezan a convertir sus centros cultural en servicios de proximidad complementarios a su misión principal. Nos referimos claramente a grandes museos provinciales o nacionales, a centros de arte o a ciudades culturales. Estas instituciones dedicadas hasta hace muy pocos años a programar acciones para un público muy determinado, habitualmente entendido o especializado han encontrado el filón de lo próximo, y de qué manera afecta esta situación a su cifra de visitantes y desde hace ya algunos años programas más bien populares que se alejan muy mucho de su pretensión fundacional.

El futuro…

Los centros culturales deben acceder al siglo XXI por la puerta grande ya que son el referente más claro de la democracia cultural, aquella idea que nació con el objetivo de acercar la cultura a todos los ciudadanos de cualquier clase o condición social. Para que esta entrada triunfal sea real, los centros culturales deben adaptar sus estructuras organizativas, sus programas y hasta sus sistemas de promoción. Los centros culturales deben huir de su fosilización, su estancamiento, para que de la manera más eficaz se conviertan en referentes culturales para todo los días.

Estos equipamientos de proximidad han de conseguir mediante sus acciones pasar a ser espacios públicos diarios, amistosos… familiares en definitiva. Que en definitiva sirvan para educar no para mostrar.